Una vida centrada en Dios
Juan 3: 30
30 Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe.
El centro de la Biblia es Dios, en realidad todo se trata de Él. La esencia del pecado es dejar la vida centrada en Dios y tener una vida centrada en sí misma. Todas tenemos un problema con el “YO”: Yo quiero intentarlo a mi manera; Yo haré mis cosas; Yo tengo que cuidar primero de mí; Yo no tengo tiempo para otros; Yo soy la más importante, Deben acoger lo que Yo digo. Mi opinión es la mejor, etc. El Yo quiere ocupar el control de nuestro ser, sentarse en el trono del corazón.
El centro del pecado es el “YO”. Así como la raíz del pecado es el egoísmo, el centro del orgullo también es el “YO”. Te vuelves “envidiosa”, “desafiante” —porque quieres gracia para ti, pero no para otros, perdón para ti y no para los demás. Buscas agradar al mundo y sigue sus caminos. Los resultados de vivir una vida egoísta son: culpa, fatiga, pesimismo, hostilidad, y vacío, todos centrados en el “YO”.
El antídoto para esto es cambiar nuestro enfoque: centrar nuestra vida en Dios. Para vivir una vida centrada en Dios debemos enfocarnos en Sus propósitos y no en nuestros propios deseos y planes, procurar ver las cosas desde la perspectiva de Dios, antes que desde nuestra perspectiva. Cambiar nuestra voluntad por la Suya.
La vida centrada en Dios exige la muerte al yo y la sumisión a Dios. Fuiste creada por Dios y para Dios. Y solamente encontrarás paz y propósito cuando enfoques tu vida en Él. Juan el Bautista lo expresó de la siguiente manera: “es necesario que Él crezca y que yo mengüe” Juan 3: 30. Una vida centrada en Dios depende completamente en Su poder y provisión, se niega a sí misma, buscando primeramente el reino de Dios y Su justicia.
¿Cuáles son algunas formas prácticas en las que puedes mantener tu enfoque en Dios?
¿Cómo puede el egoísmo afectar tu vida y la de quienes te rodean?
Dios te bendi
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