Palabras dulces
Santiago 3: 11
En Santiago 3:11 se nos plantea una pregunta de autoanálisis: ¿Acaso puede brotar de un mismo manantial agua dulce y agua amarga? Por la ciencia sabemos que agua dulce y agua salada o amarga, no pueden brotar del mismo manantial. Pero en este caso Santiago no está hablando realmente del agua; está hablando del alma. Y lo que está en lo más profundo de nuestro ser es normalmente lo que empieza a fluir de nosotras.
Si quiero decir palabras que edifiquen y bendigan, entonces tengo que lidiar con lo que existe en lo profundo de mi alma. El lugar de donde fluyen fácilmente las palabras saladas y duras. Ese lugar profundo en nuestro ser al que se refiere Santiago, el lugar donde nadie llega realmente excepto nosotras y el Espíritu Santo.
La mejor parte de esta lucha, y de todas nuestras luchas humanas, es que Dios nunca nos exige la perfección y que Él tiene un suministro ilimitado de principios y gracia para nuestro proceso con Él.
Y estoy tratando de tomar la decisión de hablar bendición, y no agobiar, en cada conflicto difícil que se me presente, ya sea en la crianza de los hijos o con las personas en general.
Las palabras que decimos importan. Pero lo que ellas revelan es igual de importante. Todo el capítulo de Santiago 3 nos ofrece mucha sabiduría sobre nuestras palabras. Pero ocupémonos de este versículo once, que nos recuerda que cuando cuidamos lo profundo de nuestro ser, algo beneficioso fluirá de nosotras.
No importa cómo hayan sonado nuestras palabras en el pasado, hoy es un día en el que podemos decidir ser diferentes de aquí en adelante. Es en este reconocimiento y en este lugar de humildad donde inicia la sanidad interna y externa.
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