La oración es una vida de comunión
Salmo 145: 18
El Señor está cerca de quienes lo invocan, de quienes lo invocan en verdad.
Suele suceder que nos quedamos atoradas pensando qué decir y cómo decirlo cuando oramos. Si llegamos al fondo lo que ocurre es que complicamos demasiado lo que Dios realmente quiere para nuestra vida de oración. En mi caso personal asumí que mis palabras debían sonar formales y grandiosas, por lo que las cosas se sentían forzadas y rígidas. Orar se sentía más como una llamada de emergencia a un extraño que como una comunicación continua con un Dios amoroso. Todo el tiempo, Él solo quería que yo viniera a Él con un corazón sincero.
En la raíz de la palabra “comunicación”, encontramos un profundo significado. “Comunicar” o “comulgar” significa “conversar o hablar juntos, generalmente con intensidad e intimidad profunda; intercambiar pensamientos o sentimientos”. Este era el ingrediente que me faltaba. La comunicación constante con Dios empieza con una comunión constante con Él.
Pero ¿qué tal si es más simple de lo que pensamos? ¿Y si conectar con el Señor de manera más consistente en la oración comienza con estar más presentes con Él a lo largo de nuestro día? Mientras preparamos café, caminamos al trabajo, salimos a caminar, mensajeamos a una amiga, consolamos a un niño que llora, nos relajamos del día o cuando nos preparamos para el siguiente, podemos empezar a ver estos momentos como oportunidades para orar. Es la idea del salmo 145: 18, invocar a Dios en cualquier oportunidad con sinceridad y Él promete que estará cerca de nosotras.
Podemos orar a través de las lágrimas. Podemos traer nuestros pensamientos sin filtro directamente al Señor. Podemos orar por las pequeñas preocupaciones, orar por nuestras ansiedades y celebraciones, nuestro dolor y nuestra gratitud. Podemos traer nuestras propias necesidades y preguntas. Podemos clamar a favor de otras personas y de lo que están atravesando actualmente. Podemos orar en voz alta. Podemos orar en nuestras mentes. Podemos orar por cosas grandes, pequeñas y todo lo que hay entre medio. A Él todo le importa porque nosotras le importamos. Toda ocasión es una invitación para orar. Dios quiere escucharte. No tienes que usar las palabras “correctas” ni preocuparte por cómo suenan tus oraciones. Trae tu corazón por completo y en honestidad a Él. Él ya se deleita en ti y está dispuesto a escucharte. Comienza con lo que se sienta pesado o lo primero que te venga a la mente. No hay mejor momento para orar que ahora mismo.
¿Cómo describirías tu vida de oración?
¿Qué puedes hacer para que tu vida de oración sea verdaderamente una comunión con Dios?
Oración:
Padre celestial, Tú conoces todas mis necesidades. Cuando me acerco a Ti en oración, creo que me escuchas. Quiero confiar completamente en Ti con las cosas que te estoy trayendo en oración. Ayúdame a recordar que puedo clamar a Ti en cada situación, grande o pequeña. En el Nombre de Jesús, Amén.
Dios te bendiga
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