El peso de una piedra
Juan 8: 7
7. Les dijo: El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella. Los fariseos llevaron a una mujer sorprendida en adulterio a donde Jesús. La arrastraron medio vestida y la arrojaron a los pies del maestro, planteándole una pregunta: En la ley Moisés nos ordenó apedrear a tales mujeres. ¿Tú qué dices? (Juan 8:5). Los fariseos no sólo estaban tratando de condenar a esta mujer; estaban tratando de encontrar una razón para condenar a Jesús también.
Él respondió: Aquel de ustedes que esté libre de pecado, que tire la primera piedra (Juan 8:7) Jesús descubrió sus propios corazones y los dejó expuestos ante la multitud. Que un hombre hubiera arrojado una piedra y dado a entender así que estaba libre de pecado habría sido algo inaudito. ¿No es interesante que la única persona calificada para lanzar una piedra a la mujer sea quien la liberó?
¿Cuándo fue la última vez que “tiramos una piedra” a alguien? Probablemente una actitud dura con la que juzgamos a una persona, chismeamos sobre ella o la condenamos en nuestros pensamientos. Pero incluso la piedra más pequeña es demasiado pesada para nosotras. Romanos 3:23 nos dice que todos somos pecadores.
Los fariseos trajeron a la mujer para condenarla, pero Jesús la liberó, extendiéndole Su gracia. Los acusadores se acercaron a Jesús con una superioridad santurrona, pero ellos se escabulleron avergonzados. Los líderes religiosos la arrojaron a tierra, Jesús la miró con compasión y la sacó de allí. Los acusadores llegaron sintiéndose mejores que otros, pero no se fueron así.
Esta mujer se presentó ante Jesús en desgracia, pero fue recibida con la gracia. Cuando se trata del perdón de Dios, la Suya es la piedra que no se tira. Que esa sea la clase de gracia que extendamos a los demás, sabiendo que es la misma gracia que hemos recibido nosotras también
¿A quién necesitas extender la gracia de Dios hoy?
¿Cómo lo harás?
Dios te bendiga
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