Incomodarnos un poco
Filipenses 2: 6 - 8
Cristo se incomodó bastante por nosotras, dejó la gloria que tenía al lado del Padre antes de la creación (Juan 17:5), se despojó de sí mismo, se hizo servidor de todos al hacerse semejante a los hombres, se hizo carne y habitó entre nosotros (Juan 1:14), enfrentó todas y cada una de las pruebas que enfrentamos nosotros pero sin pecado (Hebreos 4:15), a pesar que sanó a muchos, fue despreciado y desechado entre los hombres, (Isaías 53), escupieron en su rostro y le dieron puñetazos; otros le abofetearon (Mateo 26:67), sufrió una muerte terrible en la cruz, derramando hasta la última gota de sangre, soportó la mayor incomodidad de todas debido al gozo que le esperaba, sin importarle la vergüenza que esta cruz representaba (Gálatas 3:13), por amor a nosotras.
Así, nosotras, cuando sufrimos alguna incomodidad por amor de su nombre, o cuando tenemos dificultades en la vida, aferrémonos en la fe de aquel que se incomodó en todo, perseveró hasta el final a pesar de tanta oposición, para que no nos cansemos ni perdamos el ánimo, en nuestra lucha diaria contra el pecado que quiere esclavizarnos nuevamente (Hebreos 12:3-4).
Si Él se incomodó tanto por amor a nosotras, entonces nosotras también podemos incomodarnos un poco por amor a Él y cumplir con la gran comisión de anunciar el evangelio, la buena noticia, sin buscar excusas para hacerlo, con diligencia y pasión, sin pereza. Hacer Su obra sin reparos.
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