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Foto del escritorPrincesas y Guerreras

29 de Octubre de 2019

Actualizado: 13 jun 2021

Más que solo belleza



Proverbios 11: 22


Cada vez es más común encontrar mujeres, y algunos hombres también, que se dedican a embellecer sus cuerpos, está de moda todo lo fit, es toda una cultura que resalta el cuidado de lo físico, de allí que los gimnasios estén llenos al igual que los restaurantes de comida fitness y ni que hablar del consumo de productos estéticos y nutricionales.

No está mal que queramos cuidar nuestra apariencia, incluso esto está relacionado con la salud y como templo del espíritu santo, nuestro cuerpo, debe ser cuidado, pero para algunas esto se ha podido convertirse en una obsesión.

Desafortunadamente hay muchas mujeres muy hermosas que no tienen prudencia ni discreción, algunas versiones traducen la segunda frase de proverbios 11: 22 como: “la mujer bella de poco cerebro”

Imagínate el cuadro que presenta este verso un cerdo con un zarcillo de oro, una joya que nunca pondríamos en un animal y menos en un chanchito. Así el contexto nos habla de una belleza externa pero de un corazón vacío. Es un elocuente llamado para decirnos que lo más importante es el carácter, nuestra esencia, no lo que los demás vean de nosotras externamente, aunque sea muy bello.

Es una manera de decirnos que aunque cubramos nuestra apariencia con los elementos estéticos, no habrá ningún resultado sino hay una belleza del espíritu.

La discreción y la razón son necesarias para mantener un equilibrio en nuestra vida. La falta de esto hace a una persona propensa a cualquier desvarío. La sociedad prefiere mantener la filosofía que todo lo que da placer y hace sentir bien debe vivirse, se desconocen los valores y principios bíblicos y lastimosamente en la iglesia esta filosofía ha permeado. Debemos marcar la diferencia y vivir más que de la simple apariencia física cultivemos el carácter de Cristo. En su primera Carta, capítulo 3: 4, el apóstol Pedro nos insta a que como mujeres cristianas nuestro ornato no sea el externo, sino el de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios.



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