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Foto del escritorPrincesas y Guerreras

27 de Mayo del 2020

Actualizado: 17 jun 2021


Todo es vanidad


Eclesiastés 1: 2

“Generación va, y generación viene; más la tierra siempre permanece. Sale el sol, y se pone el sol, y se apresura a volver al lugar de donde se levanta. El viento tira hacia el sur, y rodea al norte; va girando de continuo, y a sus giros vuelve el viento de nuevo. Los ríos todos van al mar, y el mar no se llena; al lugar de donde los ríos vinieron, allí vuelven para correr de nuevo.” (Eclesiastés 1:4-7) Este es el devenir de la vida, de la naturaleza y del hombre, claro, concreto, indiscutible y pasajero. Todo es vanidad.

Y en esa vanidad, que es la vida del hombre, al vivir alejado de Dios se apodera de él el egoísmo, el orgullo, la avaricia, la soberbia y todos los deseos de la carne y, se olvida de su fragilidad, de su temporalidad, de la vanidad de su vida y es capaz de pasar por encima de sus semejantes con el fin de lograr su mezquinos propósitos. Olvida lo que claramente Dios ha establecido: “Ciertamente como una sombra es el hombre; ciertamente en vano se afana; amontona riquezas, y no sabe quién las recogerá.” (Salmos 39.6)

Ante la dura prueba del coronavirus, un mundo dominado por el consumismo, la ambición y la avaricia, comienza a darse cuenta que hay cosas mucho más importantes que todo aquello por lo que hasta ahora ha sido su objetivo fundamental, que en realidad no necesitamos de muchas cosas para vivir, estamos aprendiendo a vivir con lo fundamental y valorar lo verdaderamente importante. Muchas personas, de todos los niveles sociales, han vuelto sus ojos a Dios, reconociendo que en circunstancias como estas en que el hombre no encuentra la salida, Dios es su única esperanza. Vemos en esto el cumplimiento de su Palabra que nos dice: “Con castigos por el pecado corriges al hombre, y deshaces como polilla lo más estimado de él; ciertamente vanidad es todo hombre.” (Salmos 39:11)

El Padre celestial no ha revelado la vanidad de la vida humana para poner nuestros pensamientos en las cosas eternas y no en aquellas que solo son polvo y que al polvo volverán. A poner la mirada como dice Colosenses 3: 1 en las cosas de arriba y no en las de la tierra.



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