Santidad en la morada de Dios
Números 5: 3
Dentro de las series de normas que Dios dio al pueblo de Israel, por medio de Moisés, encontramos la de sacar del campamento a aquellas personas que tenían algún tipo de impureza físicas o que se hubieran contaminado con cualquier cosa inmunda. Dios habitaba en medio del campamento de los israelitas, había hecho Su morada entre ellos, como lo evidenciaba el Tabernáculo donde reposaba el arca del pacto. El campamento era un lugar santo.
Al ser Dios un ser Santo, este es quizás su atributo más excelso, Él no puede habitar en medio de la inmundicia y el pecado. Por eso fue muy estricto con las leyes referentes a no contaminar el campamento con ningún tipo de inmundicia. En Números 5, por ejemplo, hace una listado de personas que debían salir del campamento por impuras.
En el Nuevo Testamento se nos dice que hoy, todos los que hemos creído en el sacrificio de Cristo llegamos a ser no sólo Hijos de Dios, sino templo donde Él habita, es decir, Su morada (1 Corintios 3: 16) Su Espíritu Santo viene a posar en nuestros corazones. Ya Dios no habita en templos o lugares específicos, si hemos sido redimidas por El, somos el lugar de su morada. Efesios 2: 20 – 22, dice que los cristianos formamos un Templo Santo, que vamos siendo edificados para morada del Espíritu. ¿No te parece extraordinario? Dios siempre ha deseado hacer su morada con la humanidad.
Esto implica una responsabilidad, vivir de acuerdo a esa verdad, de ser habitación de un Dios Santo. Esto se refiere aún cuidar nuestro cuerpo como templo de Dios. Así como Dios exigía a los israelitas mantener el campamento libre de impurezas, así nosotras debemos vivir en santidad porque el Templo donde habita un Dios Santo, debe ser santo.
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