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Foto del escritorPrincesas y Guerreras

21 de Diciembre del 2020

Actualizado: 19 jun 2021


Nuestra actitud hacia Dios



Lucas 2: 37


En el segundo capítulo de Lucas encontramos a Ana. Poco se nos dice de Ana en el relato bíblico, pero lo que dice nos permite hacernos una imagen de ella. Era avanzada en edad, amaba a Dios y consideraba la oración como un ministerio. Todos los días iba al templo a orar. Sus oraciones no eran repeticiones vanas, eran súplicas para que viniera el Mesías prometido. Seguramente oraba por su pueblo, que estaba bajo el imperio romano y la Palabra nos dice que adoraba constantemente al Señor.

Ana había experimentado el dolor, era viuda desde hacía muchos años, pero no se había amargado por eso. El dolor puede hacernos duras, resentidas, rebeldes contra Dios o bien puede hacernos más bondadosas. Puede despojarnos de nuestra fe, o hacer que eche raíces más profundas y fuertes. Todo depende de nuestra actitud hacia Dios.

Aunque Ana tenía más de cien años no había perdido la esperanza. La edad puede llevarse la lozanía, las fuerzas de nuestro cuerpo, pero de acuerdo a nuestra actitud hacia Dios podremos conservar la fe y la esperanza.

Si pensamos en Dios como un ser distante: la desesperación hará presa de nosotras; pero si lo vemos como alguien cercano, dispuesto a ayudarnos, nuestra esperanza nunca morirá.

Ana conocía las Escritura y sabía que el Mesías habría de venir, ella se mantuvo expectante al cumplimiento de esa promesa, se aferró a esa esperanza y confió en que ella lo vería. Esa actitud mantuvo con fuerzas a la anciana Ana. De igual manera que la fe y la esperanza en las promesas de Dios nos de cada día la fuerza que necesitamos.



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