Todo lo que respira alabe al Señor
Salmo 150: 6
Todos los días hasta el jardín de mi casa llega un pajarito, lo particular es que esa hermosa ave pasa todo el día cantando. Me gusta escucharla, tiene un canto muy dulce y melodioso.
Desde las primeras horas del día ella empieza a entonar su melodía de gratitud al Señor, hasta cuando cae la tarde. Si yo me deleito en su hermoso canto, imagínese El Creador, que la hizo precisamente para que lo alabara, cuanto más se gozará en su canto.
En realidad todo lo que respira, incluidas nosotras, fuimos creadas para darle gloria y alabanza al Señor. Cuando lo hacemos estamos cumpliendo uno de los grandes propósitos de nuestra vida. Debe ser una alabanza continua, como dice el salmo 34: 1 “Bendeciré al Señor en todo tiempo”. Tal como lo hace el pajarito que escucho todos los días, casi que a toda hora.
La alabanza brota de un corazón agradecido por las obras maravillosas del Señor. Si nos ponemos a detallar, en realidad son muchos los beneficios que recibimos del Señor. Le alabamos por sus proezas, esta es la razón para alabar a Dios en cualquier lugar. Él ha hecho cosas grandes y poderosas, y ninguna mayor que la que Jesús ha logrado en la cruz y en la tumba vacía. El sacrificio de Jesús, con el cual nos otorgó la salvación, es nuestro mayor motivo de gozo y gratitud, nada se compara al hecho de haber sido redimidas de la esclavitud del pecado y de la muerte.
Alabamos a Dios por lo que Él es, su majestuosidad y grandeza. Nada, ni nadie se compara a Él. Cuando pensamos en su grandeza, su gloria y poder, debe llevarnos a alabarle y glorificar Su nombre.
Todas sus obras le deben adoración. Al decir: Todo lo que respira, no se queda nadie por fuera. Si los animales le expresan su alabanza al Señor, cuanto más tú y yo le debemos tributar, de manera voluntaria, toda la alabanza y gratitud que hay en nuestro ser.
Comments