Una muchacha osada
2 Reyes 5: 2 – 3
En el segundo libro de los reyes se menciona a una muchacha que jugó un papel muy importante para que su amo recibiera sanidad.
Pongámonos en contexto, muy pocos datos se nos dan de ella, sólo que había sido tomada cautiva por las bandas armadas sirias en una incursión en Israel. Ella era una esclava y la Biblia nos dice que servía a la mujer de Naamán, general del ejército del rey de Siria. Naamán padecía de lepra.
Lo realmente admirable de esta muchacha, de la que la Biblia no nos dice el nombre, es su osadía al hablar, a su señora, del profeta que había en Israel, quien podría orar por el general y esta sería sano. Como parte del pueblo de Dios, ella conocía muy bien el poder de su Dios, recordemos que cuando se hablaba del profeta, era Dios mismo hablando y actuando por medio de él, por eso podía hablar con tanta confianza.
Se necesita gran valor para hacer lo que ella hizo teniendo en cuenta su posición de esclava. Pudo pensar que sus amos no la oirían y que no valía la pena opinar al respecto. Sin embargo, ella no se calló, por el contrario ella sabía muy bien lo que su amo necesitaba y quien podría ayudarlo. Mostró también compasión por la situación de su amo. El resultado: Naamán va a Israel, donde el profeta y aunque al principio le pareció absurdo lo que le pidió que hiciera, que era sumergirse el río Jordán siete veces, termina haciéndolo y fue sano.
Qué ejemplo de esta muchacha que venció todos los prejuicios y les habló, a sus amos, de la solución para su problema. Pensemos que Dios la llevó lejos de su tierra hasta ese hogar para eso precisamente. Su fe marcó una diferencia.
Que no callemos, a nuestro alrededor hay personas que sufren por diversas situaciones y nosotros tenemos a quien les puede ayudar: Jesús. Que venzamos tomo prejuicio y temor y llevemos la buena nueva.
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