Un impacto que perdura
Mateo 5: 16
¿Alguna vez te has detenido a considerar cómo utilizas el regalo de la libertad? Dios da a todos los creyentes la verdadera libertad por medio de su Hijo Jesucristo. ¿Desperdicias esa bendición o la compartes con otros?
Piensa en las personas que ves cada semana. ¿Sabes cuántos de tus vecinos están enfermos? ¿Hay personas en su iglesia que luchan por vivir un día más? ¿Sabe si alguno de sus compañeros de trabajo está pasando por dificultades? Lo más probable es que haya personas a su alrededor que podrían necesitar ayuda. Pero enfocarse en uno mismo limita la capacidad que tenemos de prestarles atención a esas personas, y limita nuestro poder de alcanzarlas.
El Señor enseñó a sus discípulos: “Ustedes son la sal de la tierra. Pero, si la sal se vuelve insípida, ¿Cómo recobrará su sabor? Ya no sirve para nada, sino para que la gente la deseche y la pisotee” (Mateo 5:13). Para que la sal siga siendo útil, debe mantener su pureza y potencia. Del mismo modo, debemos esforzarnos por tener vidas santas, humildes y amorosas, enfocándonos en la voluntad del Salvador en vez de la nuestra. Dios ha preparado las buenas obras en las que debemos andar (Efesios 2.10). Nuestra tarea es ponerlas en práctica.
El que podamos influenciar de manera positiva o no a nuestro mundo, dependerá del enfoque de nuestro corazón. ¿Miras a tu interior para considerar lo que podría hacer para llegar más lejos y mejorar tu situación personal? ¿O mira a su alrededor y piensas en maneras en que pudieras servir más y mejor a los demás?
Si queremos impactar de manera que perdure, debemos mirar a nuestro alrededor, ser menos egoístas, pensando sólo en nosotras mismas, y dar lo mejor de nosotras, usar esos dones y talentos que Dios nos dio para bendecir a otros.
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