No Juzguen según las apariencias
Juan 7:24
Una de las debilidades más profundamente arraigadas en el ser humano es la tendencia persistente a juzgar según la apariencia. Juzgamos a una persona por lo que vemos, generalmente por la ropa que viste. Somos dadas a juzgar a la ligera, y no lo podemos negar, más de una vez hemos caído en eso, y nos llevamos más de una sorpresa, algunas no tan agradables.
Juzgamos a un automóvil usado por la chapa, no nos fijamos en el motor. Juzgamos a un libro por su portada y muchas veces ni lo leemos, sólo nos quedamos en la fachada. Nos decepcionamos y a pesar de tantas veces que quedamos desilusionadas, tercamente rehusamos aprender que “no todo lo que reluce es oro”, que más allá de lo externo está lo que realmente es importante. Que no podemos ver las intenciones de los demás, sólo Dios puede hacerlo y juzgarlas.
La belleza física es el atributo personal que más valoramos en nuestra cultura. Hemos hecho de ella la moneda de oro del valor humano y muchas veces no deslumbra e impresiona, sin embargo, no podemos dejarnos llevar sólo por eso. Recordemos al profeta Samuel, cuando iba a ungir a un hijo de Isaí como rey, pensó en porte y distinción, Dios buscaba un corazón conforme al suyo y por eso escogió a David (1 Samuel 16: 7) El Señor claramente le dice a Samuel que el hombre sólo mira lo externo, pero Él ve el corazón.
Jesús nos exhorta a no juzgar según las apariencias (Juan 7: 24), definitivamente son engañosas. Detrás de la fachada, la portada, lo meramente externo está la esencia, lo que realmente somos.
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