Cumplir con el deber
Colosenses 3: 23
Muchas personas, tienen el concepto errado, que el trabajo es una imposición, algo así como una maldición. Algunos piensan que es un castigo. No es así, nada más lejos de la realidad, el castigo fue que el trabajo sería duro y le tocaría al hombre esforzarse más.
La gran mayoría de las personas solamente realizan una labor para obtener su paga, cada quincena o cada mes, o un elogio por la labor realizada (en el caso de las amas de casa). Que diferente sería si aprendiéramos hacer el trabajo de todo corazón.
En la carta a los colosenses, Pablo les habla a los siervos y les dice cómo deben hacer su trabajo, el cual no era nada fácil ni agradable (hacían las tareas que nadie en casa quería hacer). Debían hacerlo, no como quien lo hace para ser visto por los demás, sólo trabajar cuando los estaban viendo. Él les dice que deben hacerlo como para el Señor.
En realidad al que servimos es a Dios mismo, de allí que todo debemos hacerlo de tal manera que Él sea glorificado. Aun cuando pensemos que nuestra labor pueda ser insignificante.
Hacer el trabajo como para el Señor es hacerlo de manera excelente, de buen ánimo, de buena gana, cumpliendo nuestras responsabilidades, respetando los horarios laborales (esté o no el jefe). Si es en casa, hacer los oficios domésticos con la mejor actitud y disposición, con amor.
Debemos ser agradecidas con el trabajo que realizamos. Más que un medio de sustento o realización personal, es una oportunidad de glorificar al Señor.
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