Una adoración extravagante
Lucas 7: 47
En el evangelio de Lucas, capítulo 7, versos 36 al 50, encontramos la historia de una mujer que, sin importar los prejuicios y el rechazo de los demás, supo dar a Jesús su mejor adoración. La Biblia nos cuenta como ella irrumpe en una cena que ofrecía a Jesús un fariseo, principal de la sinagoga llamado Simón y sin reparar en los que estaban allí reunidos derrama un costoso perfume a los pies de Jesús y los secaba con sus cabellos.
La reputación de la mujer no era muy buena, la escritura dice que era pecadora, igual que los comentarios de los invitados a la cena de Simón, decían que si Jesús fuera un profeta, conocería que clase de mujer era la que lo tocaba. Jesús responde con una parábola de un acreedor que tiene dos deudores, uno le debe más que otro, a ambos les perdona la deuda, al que más le perdonó más le amaba. Dando a entender por qué esta mujer actuaba así.
Una adoración extravagante, como la que ofreció esta mujer fue producto de saberse perdonada por Jesús, sabía que era una pecadora. No quería decir que Simón no fuera pecador, sino que no reconocía que lo era, allí estaba la diferencia. La verdadera adoración nace de un corazón arrepentido y agradecido, que se sabe perdonado y que por gracia puede estar ante Su Señor. La adoración es fruto de la gratitud.
Su adoración extravagante la llevó a darle lo mejor al Maestro, no se guardó lo mejor para sí misma, lo entregó a quien habría de darlo todo en sacrificio, para que fuera perdonada y acepta delante de Dios. Se sentía libre para adorar y expresar su amor a Jesús.
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