Amar a Dios es amar al prójimo
Lucas 10:25 – 37
Con frecuencia pretendemos adorar y servir a Dios con amor, mientras somos indiferentes al sufrimiento humano. Asistimos a la iglesia, ofrendamos; pero no dedicamos nuestro tiempo, ni nuestros recursos para ayudar a los necesitados y a los que sufren. Esto es algo que debemos evaluar con sinceridad en nuestra vida cristiana.
Jesús dejó esto muy claro cuando contó la parábola del buen samaritano (Lucas 10: 27 -35). La parábola del buen samaritano surge en respuesta a un intérprete de la ley, quien quería desacreditar a Jesús ante los demás; pero Él lo remite a la ley de Moisés, que el intérprete conocía muy bien: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu mente, y al prójimo como a ti mismo”
Ante la pregunta ¿Quién es mi prójimo? Jesús respondió con una parábola en la que dos religiosos muestran indiferencia ante el herido, y es precisamente un samaritano, despreciado por los judíos, quien lo atiende con solicitud; enseñándonos clara y contundentemente que el amor a Dios se demuestra amando al prójimo, y el amor al prójimo tiene que ser práctico, Pablo lo dijo en Gálatas 5: 14: “ Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”
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