Obediencia Vs Desobediencia
1 Samuel 3: 10
En los capítulos 2 y 3 del primer libro de Samuel encontramos un gran contraste. En el capítulo 2 vemos una semblanza de los hijos del sacerdote Elí. Estos jóvenes no seguían las instrucciones dadas por Dios, servían en el sacerdocio para sus propios deleites, su conducta era inmoral, en general eran un mal ejemplo para el pueblo llevándolos a pecar. Ellos no escuchaban las amonestaciones de su padre, el sumo sacerdote y llevaban su vida espiritual a su manera. Si bien servían junto a su padre, ese servicio no le valía de mucho porque no tenían un corazón que amara al Señor.
Que diferencia la vida del pequeño Samuel (capítulo 3), quien ministraba en la presencia del Señor, aprendió a ofrecer su mejor adoración y servía en el templo, quizás con tareas apropiadas para su corta edad, encendiendo las velas, cumpliendo diligencias, cerrando las puertas. Pero todo lo hacía con un corazón dispuesto y lleno de amor. El Señor vio a Samuel como un instrumento que podía usar, por eso lo llamó tres veces, las dos primeras el pequeño va a donde el sacerdote y le dice: “heme aquí”, a lo que Elí le dijo que no lo llamaba. Cuando el sacerdote Elí se da cuenta que es Dios quien llama a Samuel, le enseña como contestar: “habla, que tu siervo escucha”. Cuán importante es disponernos para Dios, tener un corazón humilde para ser enseñados, escuchar su voz y sobre todo obedecer, con la ayuda del Espíritu Santo.
En estos dos ejemplos podemos ver la gran diferencia entre los que entran a la presencia de Dios para oír y obedecer a Dios y aquellos que entran y no hacen caso a su voz y le desobedecen.
Que tengamos un corazón humilde, dispuesto a escuchar la voz de Dios, pero ante todo obedecer. La obediencia es la que hace la gran diferencia. Dios busca corazones dispuestos, que amen su voz y ante todo obedezcan sus mandatos sin cuestionarlos. Que en nosotras pueda encontrarlos y se agrade de nuestra disposición, el anhelo de escuchar y obedecer su Palabra.
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