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Foto del escritorPrincesas y Guerreras

02 de Junio del 2020

Actualizado: 17 jun 2021


Una poda divina


Juan 15: 2

Esta cuarentena ha dado para todo. Lo digo porque una de las cosas a la que me he dedicado es a la jardinería. Me gustan las plantas y las flores, sin embargo nunca me he dedicado a cuidarlas, considero que no soy muy buena para eso. Pero en estos días estoy cuidando mi jardín.

Una de las cosas necesarias para que las plantas crezcan bien, además del agua y el sol, que son fundamentales; es la poda. Es necesario retirar hojas y ramas secas. Inicialmente pensé que era algo fácil, cortar por donde me pareciera. Pero no es así, es necesario saber dónde y cuándo cortar. Esto permitirá un adecuado desarrollo y crecimiento a la planta.

En Juan 15, Jesús se ejemplifica así mismo como una planta (una vid), nosotras los pámpanos (ramas) y el Padre es el labrador. La labor del labrador es cuidar la vid y entre sus funciones está la de podar, quitar aquellas ramas secas, quitar lo que estorba. Esto con una finalidad: que llevemos frutos.

No hay duda de que el Señor poda. Entra en nuestras vidas y quita de ellas aquellas cosas que le ofenden, y ese corte a veces duele. Quita aquellas cosas que nos estorban para poder llevar fruto. (Juan 15:2)

Así como de un árbol frutal esperamos que dé frutos, Dios espera que tú y yo llevemos frutos. Jesús dijo que el Padre es glorificado cuando llevamos fruto (Juan 15: 8). Llevar el fruto del Espíritu no es opcional en la vida cristiana. Llevar fruto es el resultado de la obediencia a la Palabra de Dios y a las indicaciones del Espíritu Santo.

Llevar fruto – el fruto del Espíritu – solo puede surgir por permanecer en Jesús y caminar en el Espíritu! ¡El permanecer en Jesús es un estilo de vida muy activo! Significa vivir de tal forma que siempre me encuentro en Él, camino de la mano con Él y vivo de acuerdo a Su Palabra. Es claro que permanecer en Jesús tiene que ver con que Sus palabras permanezcan (es decir, que habiten, y tengan poder) en mi corazón y mi mente. Cuando las palabras de Jesús permanecen y tienen poder en mi mente y mi corazón, de tal manera que las obedezco conforme el poder del espíritu, entonces el fruto del Espíritu, las virtudes de Jesús, también serán manifestadas en mi vida.


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